Si en mi corazón hubiera abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado
“Si en mi corazón hubiera abrigado maldad, el Señor no me habría
escuchado” (Salvo 66:18). Dios desea que nuestros corazones estén bien para que las
respuestas a nuestras oraciones no sean comprometidas.
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