Los cónyuges no están
destinados a discutir, a estar separados emocionalmente, a vivir en muerte matrimonial ser
infelices o divorciados. Nosotros tenemos el poder de Dios de nuestro lado. No tenemos que
dejar nuestro matrimonio a la suerte. Podemos luchar por ello en oración y o rendirnos,
porque mientras estemos orando, hay esperanza. Con Dios, nada está tan muerto como
aparenta. Ni siquiera tus propios sentimientos
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